Estaba ahí, tan blanca y fría como la nieve, triste y amargada como una anciana abandonada, sola, tan sola como una flor en el desierto, pues ahí estaba, parada. Me costo mucho acercarme a ella, tenía miedo y un frío inmenso carcomía mis huesos, tiritaba, sudaba, tenía ganas de correr y tirarme por las escaleras, de volver a ser una niña inocente como antes lo era, quería volver el tiempo atrás, tenía incluso ganas de matar… de dar mi último suspiro antes de tener que enfrentarme a esta realidad. Pues ahí estaba, frente a ella, no tenía escapatoria más que mirarla, escupirla, humillarla, quería enterrarla, o correr junto a ella hasta olvidarme de todos los problemas…estaba tan sola, me daba mucha pena. Un futuro, tal vez no muy grato le esperaba, un futuro que tenía que asumir a toda costa, pero que sin embargo aún tenía escapatoria… Era tan chica, con tantos proyectos, con tantos sueños y metas, esto no era lo que quería, ni lo que anhelaba, al menos por ahora. ¡Sus padres!, ¡¡Sus padres por Dios!! era lo que más le preocupaba, como defraudarlos, como si le han dado todo, su confianza, su esfuerzo, cada gota de sudor por una buena educación. Querían que fuera profesional, que tuviera todo lo que ellos no pudieron tener por falta de dinero, ¿cómo les iba a decir que tendrían que alimentar una boca más y que estaba sola? que el ¿¿padre?? El padre era un maldito, que la dejo con el corazón y el alma rota. Como decirles que ese hombre que pinto de azul, no era más que un cobarde y poca cosa que escapo como muchos otros, dejando al viento las promesas de un amor eterno, ¿cómo decirles todo eso y destruir todos los escalones que habían construido para hacer de ella, la niña más feliz? .Es por esto, que ella quería abortar, quería liberarse de ese bulto que escondía en su vientre, quería arrancarlo como lo hacía con las hojas de sus cuadernos cuando escribía cartas de amor ...
Ya había tomado la decisión cuando la enfrente, pero no podía quedarme sin decirle nada y dejar que hiciera eso sin oír a su corazón, sin pensar en las consecuencias y en el dolor que tendría que cargar el resto de su vida por haber privado el derecho de vivir a un individuo que no tenía la culpa de lo que sucedía. “Él tiene el derecho a soñar como nosotros lo hacemos, a respirar, a saltar, a correr, a gritar, a reír, a llorar, a amar, el tiene derecho a posicionarse en este mundo y plantarse como tal construyendo su propio camino para lograr ser lo que quizás tu también haz querido''. Como privarle todo eso, sus ganas de mirarte, amarte, besarte, de estar acurrucado entre tus brazos y decirte mamá, ¿Tú no quieres oír que tu hijo te diga mamá? ¿No quieres verlo crecer? ¿De llevarlo el primer día al jardín, de verlo graduarse y de que sea papá? No seas egoísta y mala mujer…'' entonces ella comenzó a llorar, claro me sentí un poco culpable, quizás fui muy dura con ella, pero después de mirarla por unos segundos, y de quebrarme por esas lágrimas, le dije con voz prepotente : " Tú Familia te ama, tus amigos también, tienes una casa, tienes con que vestir, tienes para comer, tienes agua, tienes luz, tienes un destino que tu misma haz forjado, tu futuro esta en tus propias manos, eres fuerte, serás capaz de salir adelante, de terminar tus estudios y de tenerlo a él, tus padres te apoyarán porque no querrán que nada malo te pase a ti, tú sabes que el aborto tiene muchas complicaciones” entonces ¿Por qué lloras? pero no dijo nada... pensé en callar, pero esa no era la mejor salida...Le conté que una sonrisa es mejor que esa lágrima triste que caía, le recordé su infancia, sus días de escolar y sus comienzos en la universidad. Recordamos juntas nuestro pasado, nuestro presente e imaginamos el futuro que nos espera... Ella secó sus lágrimas y sonrió, abrazo fuertemente su vientre y nos miramos por última vez... después que apague la luz, el espejo se quebró.